"Hijos adultos de madres
controladoras: efectos de un vínculo tóxico
19 junio, 2018
Este
artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
· El amor de una madre no siempre es
incondicional. A veces lleva implícita una cuota de
sufrimiento, un sinfín de condiciones y condicionantes que marcan y dejan
huella. Un ejemplo de ello son sin duda los hijos adultos de madres
controladoras, personas que a pesar de haber alcanzado la madurez arrastran con
el peso de ese vínculo dañino y complejo.
¿Qué hay de los hijos? ¿Qué ocurre con
los hombres? Esta es una de las frases más recurrentes cada vez
que aparece un artículo sobre las madres narcisistas,
manipuladoras o distantes. Es como si de algún modo, el
peso de nuestra cultura siguiera colocando la mirada entre las relaciones
madre-hija, dejando en la más absoluta miopía ese vínculo a
menudo doloroso que puede establecerse entre un hijo y su madre.
Quizá, la
sombra de teorías, como la Freud con el complejo de Edipo, ha contribuido a ello,
prefiriendo poner el foco en el lazo padre e hijo, dejando para el mundo del
cine esa visión más patológica entre el hombre y su madre. No tenemos más que dar un repaso a muchas de las películas de
Alfred Hitchcock para hacernos una idea de cómo se ha tratado la idea de la
influencia que puede tener una madre controladora en la vida de un hijo.
Por tanto, necesitamos
trabajos más profundos que nos aporten una descripción más realista de estas
situaciones que son tapadas por nuestra sociedad. Hablamos de un problema que
es difícil de reconocer para el afectado. De algún modo, la
«camisa de fuerza» asociada al género sigue ahí,
el código de la masculinidad implícita sume con frecuencia a los hombres en
situaciones donde difícilmente van a dar el paso para pedir ayuda.
La relación de
un hombre con su madre es importante para construir su identidad y el modo en
que interacciona con los demás. Por tanto, la sombra de una madre controladora
puede tener serias implicaciones a la hora de alcanzar su independencia y
felicidad.
Hijos adultos de madres controladoras: ¿cómo repercute en sus vidas este
vínculo?
A menudo, los hijos adultos
de madres controladoras viven en una esfera de silencio y continuas
contradicciones. Esto se debe, ante todo, a lo antes señalado: al
peso de nuestra cultura y a ese código del niño por el que está obligado a
silenciar sus emociones para parecer fuerte… para no ser
niña.
A disimular lo
que duele y a reaccionar del único modo que se les permite, con ira. Así, en un
mundo donde se sigue emparejando al hombre con el ideal de la libertad o la independencia, no
es sencillo aceptar que sobre él recae el peso de una madre controladora,
narcisista y manipuladora.
Podríamos decir aquí que estos hijos
adultos de madres controladoras comparten con las hijas las mismas
heridas. Al fin y al cabo, ser criado y convivir con una
persona emocionalmente no disponible y con el clásico «resplandor» del egoísmo,
la queja y la necesidad de control, suele dejar de media las mismas secuelas.
Sin embargo, cabe decir que
no siempre es así. Siempre hay diferencias interindividuales, queda claro, esas
que tienen más que ver con la propia personalidad que
con el género. No obstante, hay un patrón
que puede identificar las secuelas que quedan en el hombre adulto y no siempre
en la mujer adulta. Serían las
siguientes.
El uso recurrente de la mentira y la negación
El hijo que ha crecido bajo
la influencia de una madre controladora no ha tenido tiempo para construir una
identidad propia, auténtica y fuerte. De este modo, un
mecanismo de supervivencia muy recurrente de estos hombres es el uso de la
mentira. Al principio lo hará para no decepcionar a su
madre, para evitar la culpa, pero al hacer uso de este recurso desde niño lo
irá aplicando en cualquier ámbito llegada la edad adulta.
La mentira le sirve
para protegerse, para esconder sus emociones, para contentar a su madre y para poder sobrevivir a duras penas en cualquier contexto.
Marcada contención emocional
Los hijos
adultos de madres controladoras viven muchas veces anulados emocionalmente por
ese influjo. Al suprimir casi desde el inicio esa energía emocional del niño
para colocar la de ella misma como prioridad, ese hijo entiende desde bien
temprano que mostrar sentimientos no solo es vergonzoso sino peligroso.
De este modo, el
hombre adulto que vive aún bajo la influencia de esa madre controladora seguirá
mostrando una marcada contención emocional, la misma que
en muchos casos puede derivar en distintos trastornos psicológicos.
Hostilidad
Una madre
controladora genera siempre un apego inseguro. Un vínculo donde el niño no ha
sido validado emocionalmente, y donde muy a menudo puede evidenciar
comportamientos agresivos u hostiles. Esta es una característica que suele
marcar una clara diferencia (por término medio) entre las hijas de madres
controladoras.
De este modo, el
hombre que ha crecido con esta dinámica puede mostrar reacciones
sobredimensionadas a ciertas situaciones, ahí donde perder el control y
reaccionar con ira. Su habilidad para manejar las
emociones suele ser nula o muy deficiente.
Relaciones frustradas y autoboicoteo
Las madres controladoras
consideran que sus hijos son de su propiedad personal. Ese vínculo tóxico tiene
graves implicaciones en el desarrollo afectivo del niño, en su maduración
psicológica, en su independencia, en su capacidad para tomar decisiones… Y una consecuencia evidente es
la clara dificultad para establecer una intimidad
y una conexión emocional auténtica con alguna pareja afectiva.
Así, es común que esa madre
no dude en desplegar las más complejas artimañas para frustrar cualquier
intento del hijo varón por disponer de su propio espacio, por edificar una vida
independiente y feliz con otra persona. Son
engendradoras de neurosis, de ahí que siempre surjan dudas en la mente del
varón adulto, y que el boicoteo de uno mismo sea casi constante hasta el punto
de frustrar cualquier relación.
Para concluir, es importante
destacar un aspecto evidente. Los hombres son menos propensos a buscar ayuda y,
por lo tanto, a acudir a terapia. A pesar de que
en su interior carguen con un buen saco de sufrimiento, su capacidad de
negación es inmensa. Así, los hijos adultos de madres controladoras
son un grupo poblacional que demanda de una ayuda específica y nuestra
responsabilidad como sociedad es facilitársela.
Licenciada
en Psicología por la Universidad de Valencia en
el año 2004. Máster en Seguridad y Salud en el trabajo en
2005 y Máster en Mental System Management: neurocreatividad, innovación y
sexto sentido en el 2016 (Universidad de Valencia). Número de
colegiada CV14913. Certificado de coaching en
bienestar y salud (2019) y Técnico especialista en
Psiquiatría (UEMC). Estudiante de Antropología Social y Cultural por
la UNED.
Medinet, abril 2020
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