- 15/05/2020
La pandemia actual que vivimos a nivel global producida por el SARS-
CoV- 2, nos introduce a un escenario difícil que representa un gran desafío
para las diferentes disciplinas del conocimiento. La medicina, la ingeniería,
la economía, entre otras disciplinas, vienen trabajando en el establecimiento
de medidas que contribuyan a una salida frente a la crisis. Desde el análisis funcional de la conducta también se pueden brindar respuestas al complejo panorama que
encierra esta problemática.
El problema
central no solo radica en la facilidad y rapidez con la que se produce el
contagio, sino también en que las pautas de conducta que deberían cumplirse
para prevenirlo son omitidas por un importante porcentaje de personas. En ese
sentido, el comportamiento de las personas resulta determinante para
controlar la escalada del problema. En materia de prevención de accidentes
y enfermedades ocupacionales, por ejemplo, se habla de cultura de seguridad
(Ministerio de Energía y Minas , 2017) para hacer referencias a los valores,
creencias y hábitos de las personas, orientados a su propio cuidado en
contextos laborales. Obviamente el establecimiento de una cultura de prevención
en las organizaciones, no es simple, depende de un proceso complejo que implica
muchas variables (información, formación, liderazgo, etc.). Un interesante
modelo de referencia para comprender las etapas de desarrollo de una cultura de
prevención en empresas, lo encontramos en la curva de Bradley elaborado por la
empresa Dupont en el año 1994 (Serrano, 2016). Cuatro son las fases que
constituyen la curva de Bradley: 1) Reactiva, 2) Dependiente, 3) Independiente
e 4) Interdependiente, siendo esta última la de mayor madurez (Ver figura 1).
Tal como se
observa en la figura 1, en la primera etapa denominada
reactiva, las personas solo se protegen por “instinto natural” o dicho de mejor
forma, por las contingencias de supervivencia (Skinner, 1974), esto es actuar
sin un criterio técnico o normativo que optimice la efectividad de sus
respuestas frente a un riesgo específico. Este nivel precario de percepción del
riesgo genera además un bajo nivel de responsabilidad. Extrapolándolo al
contexto de la pandemia, encontraríamos aquí a las personas que recién
entienden la magnitud del problema cuando sufren las consecuencias del contagio
o perciben el sufrimiento de sus familiares por dicha razón.
En la segunda
etapa, dependiente, existen normas que permiten orientar mejor las conductas
de prevención, sin embargo, se depende de una autoridad (supervisión) que
administre las normas de manera punitiva (sanciones). Aquí podríamos ubicar a
las personas que teniendo la prescripción de la regla la omiten generando que
se apliquen consecuencias como multas o arrestos en los casos más graves
(estímulos aversivos). A pesar de que el uso exclusivo de sanciones para
modificar el comportamiento genera resistencia, oposición o conductas de escape
(contracontrol), este suele ser el mecanismo más usado para reducir
comportamientos no esperados.
En la tercera
etapa, independiente, se puede decir que el sujeto ha “internalizado” las
normas traduciéndose esto en un cumplimiento espontáneo de las reglas. El
autocuidado es la característica conductual que prevalece en las personas que
se ubican en esta fase de desarrollo de una cultura de prevención. Las reglas
se asimilan de tal manera que sus consecuencias se valoran más allá de lo que
representa evitar una sanción, lo que implica el reforzamiento positivo por
medio de autoafirmaciones reforzadoras (Martin & Pear, 2018) o bien a
través de la ocurrencia de un reforzamiento automático producido por la emisión
de una conducta clave para el logro de un objetivo personal (evitar
accidentarse o enfermarse).
Finalmente,
en la cuarta y última etapa, interdependiente, el sujeto no solo se
orienta en función al autocuidado, sino que además busca cuidar a las personas
que se encuentran a su alrededor. Esto implica, por ejemplo, el ejercicio de
retroalimentar correctivamente a quienes omiten el cumplimiento de la regla. Es
decir, en este es nivel máximo de madurez de una cultura de prevención se
producen metacontigencias, aquellas conductas de apoyo mutuo que conocemos
coloquialmente como trabajo en equipo, dado que se llega a la comprensión de
que el logro de un objetivo colectivo genera mejores resultados que el logro de
un objetivo individual (Glenn, 1988).
Es obvio que
en sí misma la curva de Bradley no ofrece una metodología de intervención para
la modificación del comportamiento, sin embargo, nos permite organizar acciones
para dirigirlas de manera eficiente a partir de un análisis funcional de la
conducta problema. Además, la importancia de usar la curva de Bradley para
formar o consolidar una cultura de prevención radica en que en la medida que
consigamos avanzar en cada una de sus etapas, el índice de lesiones y/o
enfermedades será cada vez menor. Por otro lado, podemos inferir que un
porcentaje importante de la población se encuentra en las fases reactiva o dependiente,
fases en donde se presenta el comportamiento riesgoso o problemático. A su vez,
esto no implica que las etapas independiente e interdependiente no sean
susceptibles de intervención. Sin embargo, se deben establecer los criterios
adecuados para definir tanto los objetivos como las técnicas de modificación de
conducta pertinentes para cada una de las etapas (ver figura 2).
Con relación
a las conductas riesgosas están deben ser definidas de forma clara y objetiva,
y además estar organizadas en categorías, por ejemplo: USO DE IMPLEMENTOS DE
SEGURIDAD como categoría general para las conductas de: 1) Usar mascarilla de
manera adecuada, 2) Usar mascarilla en buen estado, 3) Usar guantes de látex o
nitrilo solo para manipular objetos. Siendo los supermercados, mercados y
bancos, lugares considerados focos de infección de la enfermedad, estos podrían
ser contextos idóneos para desarrollar estrategias de intervención. Si bien los
programas de intervención conductual alcanzan una alta efectividad en ambientes
controlados (escuelas, hospitales, empresas, etc.), la comunidad no es un
contexto ajeno a la posibilidad de desarrollar conductas saludables por medio
de la administración de técnicas de modificación del comportamiento (Costa
& López, 1986).
Análisis
de los antecedentes
Situaciones
como tener que hacer compras de alimentos, hacer una cola en un banco o
establecimiento, tener que comunicarse con un vendedor en el supermercado,
constituyen estímulos discriminativos que preceden a las conductas riesgosas
tales como: usar de manera inadecuada la mascarilla o no respetar la distancia
mínima de 1,5 m. Además, en este punto es importante considerar factores
disposicionales como el grado de instrucción, situación laboral, nivel de
ingresos, que influyen sobre las creencias y actitudes de las personas para
comportarse de una manera determinada. Se ha visto, por ejemplo, la difusión
por redes sociales de todo tipo de “teorías conspirativas” sobre el origen del
coronavirus, así como también, sobre supuestas “recetas milagrosas”, las cuales
no tienen mayor sustento científico, pero han generado confusión y
desinformación en muchas personas, sobretodo en aquellas con un nivel de
formación básico, reduciendo sus posibilidades de actuar de manera eficiente
para evitar el contagio. Por otro lado, aquellas personas que no tienen
cubiertas sus necesidades básicas o aquellas que no han percibido ingresos
durante el período de cuarentena, serán más propensas a trasgredir las normas
de prevención impuestas por las autoridades. En ese sentido, las reglas, el
cumplimiento y la administración de las mismas (modelado), la información
gráfica que se ofrezca sobre ellas en espacios públicos, se consideran también
como variables antecedentes.
Análisis
de los consecuentes
Las noticias
muestran al hartazgo personas que no utilizan de manera adecuada las
mascarillas y en los casos más graves no utilizan las mismas (en el caso del
Perú se han establecido multas por no usar mascarillas al transitar por la
calle). A su vez, nos deja absortos ver imágenes de personas aglomerándose en
bancos, mercados y otros espacios públicos, sin respetar las restricciones de
distancia física, pero ¿por qué ocurren y qué mantiene estas conductas
considerando además que son socialmente castigadas? Una respuesta la
encontramos en que la comodidad (pocas personas estás acostumbradas a usar
mascarillas), la sensación de ahorro de tiempo, la reducción de la ansiedad
experimentada al cobrar un bono del gobierno, son reforzadores poderosos por su
inmediatez y certeza; a diferencia de las enfermedades que siempre tienen un
plazo de aparición que no es inmediato y que además encierran cierto nivel de
probabilidad.
Estrategias
de intervención
A nivel de
los antecedentes el ofrecer una información clara, persuasiva y ajustada a las
características culturales de la población es importante, aunque no siempre
suficiente (Costa & López, 1986). Por ejemplo, una temática transversal a
nivel cultural es el fútbol, “jugamos un partido difícil”, esta analogía puede
ser explotada de muchas maneras, y de hecho se han dado casos como el de la
reciente publicidad realizada por la Asociación de Futbol Argentino (AFA) con
el fin de promover la conducta de quedarse en casa. En esa misma línea,
explotar la aparición de figuras públicas como futbolistas para modelar la
conducta de quedarse en casa o usar mascarillas al salir a la calle. Por otro
lado, ubicar en espacios públicos estratégicos señalizaciones de uso obligatorio
de mascarillas y guantes, siguiendo el diseño estándar de las normas técnicas
vigentes (Instituto Nacional de Defensa Civil , 2004), resultan importantes por
poseen una característica intrínseca disuasiva.
A nivel de
los consecuentes los programas de economía de fichas han demostrado una sólida
solvencia para la creación y mantenimiento de conductas pro-sociales. Por
ejemplo el brindar tickets con valor canjeable por respetar la distancia física
en la cola en un banco, o usar la mascarilla de manera adecuada en el
supermercado, ambos entornos sociales con un relativo nivel de control. A su
vez, se podrían aplicar la reducción de precios en supermercados en horarios de
bajo flujo de personas. La retroalimentación positiva también es una poderosa técnica
que ayuda a mantener el comportamiento seguro y su administración por parte de
la autoridad policial podría ser una estrategia de reforzamiento social que
complemente el ejercicio de la retroalimentación correctiva (reforzamiento
negativo), dado que un porcentaje importante de personas respeta las reglas.
Finalmente,
es importante señalar que esta situación global ha evidenciado actitudes
negativas de muchas personas, sin embargo, también se ha presentado como una
oportunidad para rescatar acciones positivas de muchas otras. Valores como
solidaridad, cooperación, responsabilidad, empatía, entre otros, han estado
presente en muchos casos que en la mayoría de oportunidades han sido ignorados
por la sociedad y los medios de comunicación.
Referencias
bibliográficas:
Costa, M.
& López, E. (1986). Salud Comunitaria. Barcelona: Martínez
Roca.
Dupont
(2020). Las etapas de la curva de Bradley de Dupont. . Mayo 6, 2020, de DSS
sitio web: https://latam.consultdss.com/curva-bradley/
Glenn, S.
(1988). Contingencies and Metacontingencies: Toward a Synthesis of Behavior
Analysis and Cultural Materialism. The Behavior Analyst, 2
(Fall), 161- 179.
Instituto
Nacional de Defensa Civil (2004). NTP 399.010- 1: Señales de seguridad.
Colores, símbolos, formas y dimensiones de señales de seguridad. Parte 1 reglas
para el diseño de las señales de seguridad. Mayo 6, 2020, de INDECI
Sitio web: http://bvpad.indeci.gob.pe/doc/pdf/esp/doc709/doc709-8.pdf
Martin, G.
& Pear, J. (2008). Modificación de conducta: qué es y cómo
aplicarla. Madrid: Pearson Educación, S.A.
Ministerio
de Energía y Minas (2017). Decreto Supremo Nº 024-2016-EM (y su
modificatoria D.S. N° 023- 2017-EM), Reglamento de Seguridad y Salud
Ocupacional en Minería. Lima: ISEM
Serrano, A.
(2016). ¿Qué nos enseña la curva de Bradley? Mayo 02, 2020, de
Prevenblog Sitio web: https://prevenblog.com/nos-ensena-la-curva-bradley/
Skinner, B.
F. (1974). Sobre el conductismo. España: Ediciones Martínez Roca,
S.A
- Consultor en gestión del
comportamiento organizacional en Sapiente Behavior advisers. - Trainer de
Seguridad y Salud Ocupacional certificado por el Instituto de Seguridad Minera
(Perú). - Egresado de la facultad de Psicología de la UNFV. - Actualmente desempeñando
el cargo de coordinador de Seguridad Basada en el Comportamiento en Global
Mapping para el proyecto Quellaveco.
Medinet, mayo 2020
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